Una calle emblemática de Berisso
Por Inés Busquets | Imágenes: Eva Cabrera
Estoy en el bar Raíces del Dawson de la calle Nueva York y Marsella de Berisso. El viejo bar inglés fundado por el irlandés Thomas Dawson en 1924, cuando los habitués del lugar eran los magnates e inversores de los frigoríficos ingleses. Años más tarde tendría la concesión el padre del actor berissense, Lito Cruz.
Hoy es un bar que retomó la esencia del lugar.
Es viernes y hay noche de flamenco. Mi hijo pregunta por qué frente al km 0 del peronismo se escucha flamenco y no algo popular con identidad peronista. Porque es Berisso, le contesto, la cuna de las colectividades, la Capital Provincial del Inmigrante. Porque hubo una ciudad en la provincia de Buenos Aires, cerca del puerto, que extendió sus brazos a lo largo y a lo ancho para recibir a los inmigrantes que llegaban desahuciados de distintas partes de Europa. Una ciudad que fue refugio y abrazo. Crisol de razas, matriz de identidad argentina.
¿Cuántas connotaciones puede tener una calle? Salgo de Raíces, en frente en diagonal del monumento al kilómetro cero, donde se congregaron los obreros para hacer la revolución peronista del 17 de octubre; enfrente a la izquierda, los galpones del frigorífico Swift, uno de los desarrollos industriales más importantes del país; derecho por la calle Nueva York, el arco de ingreso a “La mansión del obrero”, donde hubo un complejo habitacional para los trabajadores y trabajadoras de los frigoríficos de la zona.
La piedra fundamental la puso el genovés Juan Bautista Berisso, que en 1871 afincó un saladero, colocó el primer ladrillo e instaló el desarrollo de esta industria en la región en una tierra fértil, poco explorada y cercana al río.
Al poco tiempo, la crisis económica de Europa, religiosa de Medio Oriente y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial convertirían esta tierra en una gran Babel, donde italianos, polacos, rusos, españoles, checoslovacos, irlandeses, armenios, ucranianos, albaneses, lituanos, griegos, árabes, turcos, sirios y libaneses se dedicaron a ordenar la confluencia de las lenguas y a organizarse cada una conservando aún hoy su tradición.
La calle Nueva York, declarada como lugar histórico nacional, conserva su paisaje: naturaleza del litoral y urbanización del siglo XX por la llegada de los inmigrantes. La circunda el puerto, es ancha y adoquinada, doce manzanas caracterizadas por conventillos, pensiones, fachadas de chapas de zinc, maderas y colores como en las áreas portuarias. Una zona elegida por los ingleses para invertir.
Aquí confirmo mi hipótesis: la calle Nueva York tiene más de una acepción, quizá una sea consecuencia de la otra.
Polo industrial
La gran manzana argentina supo deslumbrar con sus luces entre las décadas del 1920 al 1950. La primera inversión fue con el frigorífico Swift en el año 1907. Al ver el crecimiento del sector se estableció en 1915 Armour. Berisso ya era una localidad que se identificaba con el rubro. La llegada de los frigoríficos concentró la población en los alrededores. Por el sistema de cama caliente y los cambios de turno, por esa calle llegaron a transitar diez mil personas por día, que iban y venían con sus guardapolvos blancos. Lo cual también generó proliferación de comercios, quioscos, bares, almacenes y lugares de consumo diario donde hombres y mujeres entraban y salían según el ritmo de los establecimientos.
En 1911 el Swift era el frigorífico más grande de la Argentina. En 1914, había cerca de 4,000 trabajadores de un total de 8.847 habitantes. El apogeo obrero que hizo de la Nueva York un sitio cosmopolita también generó un bastión de lucha. ¿De qué derechos gozaban los trabajadores? ¿Cómo era el sistema de cama caliente? ¿Cuántas horas trabajaban por día? ¿Tenían vacaciones pagas, mutual o sindicato? Por un lado el progreso y la modernidad; por el otro, la alienación. No es casualidad que ese mismo espacio haya sido escenario del 17 de octubre.
Km 0 del peronismo
El 17 de octubre de 1945 nace el movimiento político social más trascendente de la Argentina cuando el pueblo trabajador se congregó en la Plaza de Mayo para pedir por su líder Juan Domingo Perón que había sido desplazado de su cargo en la Secretaría de Trabajo y Previsión y estaba detenido en la Isla Martín García.
Ese miércoles caluroso, los manifestantes se juntaron en los alrededores de las fábricas para llegar a Plaza de Mayo. Algunos caminando, otros en autos o en tren, salían desde distintas partes de la provincia. Berisso debido a la presencia de los frigoríficos fue uno de los núcleos del 17 de octubre. Dos personajes muy influyentes para la convocatoria de la jornada eran de Berisso. Uno era Cipriano Reyes, dirigente sindical de la industria de la carne. Otra figura importante fue María Roldan, primera mujer en Latinoamérica elegida como delegada sindical de Swift por el Sindicato de la carne.
María formaba parte de ese tumulto eufórico dispuesto a dar la vida por Perón que partió del km 0: “(…) Tampoco nos dejaron gritar ni siquiera gritar ‘Viva Perón’ fuerte. Bueno, entonces fuimos caminando, caminando, y cuando llegamos al Sportsman, a dos cuadras de Swift, allí ya estaba la concentración, las calles tapadas de gente, éramos como siete mil almas, entonces en caravana, a pie. Algunas mujeres que ya no podían caminar las levantaba una camioneta, un camión, una moto, un auto. En plaza San Martín, en La Plata, estaba casi toda la provincia de Buenos Aires, estaba la plaza cubierta y todas las diagonales se veían, de allá arriba, desde donde hablé yo, que hablé en la escalinata de la Casa de Gobierno, estaba todo lleno, arriba de los árboles, de los balcones. Fue la toma de la Bastilla argentina. La gente sentía alegría, la gente no se golpeaba, no se insultaba: La vamos a ganar, va a venir Peroncito”, contó en el libro Doña María, de Daniel James.
Cipriano venía de la corriente sindicalista revolucionaria que formó el primer sindicato en el frigorífico Armour en el año 1923; María comulgaba con el anarquismo, era la delegada del sindicato de la carne en el frigorífico Swift. Ambos fueron parte de la fundación del Partido Laborista, que llevó a la presidencia al General Perón.
La calle Nueva York es testigo fiel de nuestra historia, auge y decadencia, progreso y desmoronamiento, una oscilación constante que acompañó las contingencias, los distintos gobiernos, los aciertos y las derrotas. Sin embargo, la Nueva York es una zona de promesas. Sus vestigios son la marca de nuestras conquistas. Es una calle evocativa, también es un encuadre de la memoria, que nos recuerda que los logros dependen de las acciones colectivas.
Barthes dice que no existe un pueblo sin relatos, la calle Nueva York tiene el movimiento del río que la circunda. Hace poco salió el anuncio de que en los viejos galpones de Swift va a funcionar un nuevo frigorífico que dará 200 puestos de trabajo, como si la iniciativa vecinal de resignificar el Bar hubiera despertado un anhelo dormido, que a su vez funcionará como disparador para reactivar otros. La calle Nueva York siempre vuelve a renacer.
Hay un poema de Bayley que dice: “Es porque el pueblo seguro de su avance ampara hoy la /intrepidez y el sueño", para terminar que después de los cambios y las permanencias, "nos hemos encontrado en el mismo desafío y en la misma batalla”.

