Abel Pintos conmovió a todos
Por Gilda Fantin | Imágenes: Ramiro Domínguez @rdm_fotografia
El aire de La Plata tenía algo distinto el 1° de noviembre. Desde temprano, los alrededores del Hipódromo se llenaron de gente que llegaba con reposeras, mates y una emoción que no necesitaba explicación: Abel Pintos volvía a cantar en su ciudad dilecta. Por primera vez, el músico nacido en Bahía Blanca, pero hace tiempo adoptado por la capital bonaerense, pisaba ese escenario como parte del ciclo Noches Capitales, organizado por la Municipalidad. La excusa fue celebrar tres décadas de carrera, pero la realidad fue mucho más profunda: un reencuentro con su gente, con su historia y con la ciudad que lo abrazó como propio.
El atardecer caía lento sobre la avenida 44. Los árboles dorados por el sol oblicuo acompañaban la caminata de familias, parejas y grupos de amigos que seguían el eco de una misma promesa: “Va a ser una noche inolvidable”. Las fans más fieles ocuparon las primeras filas desde horas antes, con banderas, vinchas y carteles escritos a mano. Algunas viajaron desde Bahía Blanca, Mar del Plata, Junín o Tandil; otras, las platenses, llegaron temprano para armar picnics y compartir mates. Todas sabían que esa noche no era una más, sino una de esas que quedan tatuadas en la memoria.
Pasadas las 21, el estadio se oscureció y las primeras notas de “Sueño Dorado” rompieron el silencio. Abel apareció sonriente, saludando con un “¡Buenas noches, mi querida La Plata!”, y el Hipódromo entero se vino abajo en una ovación. Desde ese momento, la ciudad fue su coro.
El segundo tema, “Espejo”, desató una marea de luces de celulares y espuma de cotillón que cubrió el aire de destellos blancos. “¡Qué hermoso verlos así, llenos de alegría!”, dijo entre risas, conmovido.
El repertorio fue un viaje por su vida artística: “Aventura”, “Creo en ti”, “Cómo te extraño”, “Aquí te espero” y “Ya estuve aquí” marcaron un tramo íntimo, donde la voz del bahiense se mezclaba con los suspiros y el canto de miles. Luego llegó el turno de “La llave” y “Sin principio ni final”, coreadas con una fuerza que hizo temblar el suelo del Hipódromo. “En La Plata encontré mi casa, mi lugar en el mundo”, dijo, y fue imposible no sentir que hablaba también del vínculo entre artista y público: una relación emocional, casi espiritual.
La puesta fue impecable: pantallas LED de alta definición, una iluminación envolvente y un sonido cuidado que acompañó a la banda con precisión. Noches Capitales, que busca devolver la mística de los encuentros masivos en espacios emblemáticos, encontró en Abel uno de sus momentos más altos.
El tramo final fue pura celebración. Con “El adivino”, “Todo está en vos” y “El hechizo”, el público bailó de pie, mientras “Camina” transformó el lugar en una fiesta colectiva. El cierre llegó con una seguidilla de himnos: “Motivos”, “De solo vivir” y “Y la hice llorar”, coreadas con fervor. Las luces de los celulares formaron un cielo estrellado cuando sonó “Que me falte todo”. Pintos se despidió: “Gracias, La Plata, por tanto amor”. Pero nadie quería irse. La ovación lo hizo volver al escenario para los bises: “A-Dios” y “Piedra libre” sellaron la noche con un abrazo entre artista y público. El viento fresco del río soplaba entre las palmas y, con los ojos húmedos, Abel Pintos miró el paisaje. En el fondo, la ciudad lo abrazaba como a uno de los suyos.
Porque sí: puede haber nacido en Bahía Blanca, pero Abel Pintos ya es parte del corazón platense. Y esa noche en el Hipódromo, bajo el ciclo Noches Capitales, fue la prueba de que hay artistas capaces de convertir cada concierto en un reencuentro con la emoción más pura.

