Los fusilados de Racing

Durante la madrugada del 22 de febrero de 1977, en plena dictadura, seis personas jóvenes, cuatro varones y dos mujeres, fueron asesinadas a balazos junto a las boleterías del estadio Presidente Perón. Los cuerpos desaparecieron y no se supo más de ellos. Hasta que un testimonio activó varias investigaciones. Una de ellas se transformó en un documental que se estrena en el Gaumont el domingo 16.

Por Miguel Frías | Imágenes: Prensa

El documental Los fusilados de Racing empieza con Rafael Barone recordando la madrugada del 22 de febrero de 1977. Él y Oreste Osmar Corbatta, ex puntero derecho del equipo de Avellaneda, alcohólico, analfabeto, wing genial, volvían borrachos al estadio -donde Corbatta vivía- con la idea de sacudirse la resaca con una ducha. Sobre la calle Colón, junto al muro de las boleterías del Cilindro, una sorpresa pavorosa los esperaba sobre la vereda: varios cadáveres baleados, tirados sobre charcos de sangre. Atónitos, los dos hombres, analfabetos, se metieron rápidamente en el estadio, sin mirar demasiado. Los chicos de la pensión Tita Mattiussi, otra celebridad del club, guardaban silencio, y sin embargo tenían que haber escuchado los disparos: estaban a unos pocos metros. Los cuerpos de los asesinados, dos mujeres y cuatro varones, desaparecieron poco después. Nadie sabía quiénes eran, de dónde los traían, hacia dónde los llevaban. Seis masacrados en la noche de la dictadura. 

“En esa época, los diarios solían publicar notas sobre supuestos enfrentamientos con muertos de un solo lado, sobre todo en el sur del conurbano bonaerense, donde había varios centros clandestinos de detención, tortura y exterminio. El caso de los fusilamientos en Racing ni siquiera apareció en los diarios. Hubo un silencio absoluto, negación general a hablar, hasta que en mayo de 2016, Barone lo mencionó en el marco de su declaración en la causa por el fusilamiento de cinco jóvenes en Piñeiro, sobre el paredón de la metalúrgica Tamet, en la calle Rosetti, durante la madrugada del 4 de enero de 1977. Barone vivía enfrente”, explica Rodolfo Petriz, director de Los fusilados, que se estrena el domingo 16 a las 20 en el Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA), aunque tuvo su preeestreno en La Plata. Tras aquella declaración judicial de Barone, en la causa del Primer Cuerpo del Ejército, ante el juez Daniel Rafecas, la matanza de Racing fue narrada por el periodista Alejandro Wall en el libro Corbatta, el wing y, luego, investigada por su colega Micaela Polak, que publicó una nota en la revista Un Caño en 2017. Y Marcelo Izquierdo la incluyó en Tita, 100 años de la madre de la Academia. A falta de una causa judicial, o siquiera una denuncia, el periodismo empezaba a exhumar la masacre en Racing, a casi cuatro décadas de haber sido cometida.

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Petriz, director de los documentales El navegante solitario (2019), sobre Vito Dumas, y Varsavsky, el científico rebelde (2022), aportó su investigación cinematográfica: Los fusilados de Racing es una película potente, apasionante, trágica y reveladora, sin apelar al panfleto. Muestra que ese crimen colectivo quedó registrado por la policía bonaerense como un “enfrentamiento con un grupo extremista”. En el archivo de la DIPPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), que hoy custodia la Comisión Provincial por la Memoria, el realizador filmó un memo de la Comisaría 1 de Avellaneda con la versión oficial: “A la 1.40 am del 22 de febrero, fuerzas conjuntas observaron que varias personas se hallaban pintando leyendas subversivas referentes al grupo autodenominado Montoneros en la zona de la calle Colón entre Alsina e Italia. Al impartírseles la voz de detención, los individuos contestaron con un cerrado fuego de armas automáticas”. Sin embargo, testimonios y pruebas posteriores desmienten este relato y revelan que se trató de una ejecución a sangre fría de personas que, muy probablemente, estaban desaparecidas, y que aún siguen estándolo. El modus operandi de aquella época. 

“Me impactó el miedo a hablar ante cámara tantos años después. Algunos me dieron testimonio y se negaron a aparecer en la película. Como si la dictadura tuviera su continuidad en el presente. Todavía nos falta mucha información sobre el genocidio”, dice Petriz, quien consiguió otros documentos de enorme valor, como las actas de defunción presentadas ante el Registro Civil de Avellaneda, firmadas por un médico que dejó registro de esas muertes “por hemorragia interna aguda”, confirmó que las víctimas no estaban identificadas y dejó un breve informe sobre color de piel, pelo, vestimenta, altura aproximada y contextura física. En el documental, Petriz se filmó hablando por teléfono con ese médico, que pasa del (supuesto) olvido al reconocimiento de haber usado la terminología “hemorragia interna aguda”, y de la (supuesta) confusión a un corte abrupto en el que le desea suerte al realizador, en tono entre fastidiado e irónico. Otros profesionales aparecen, de un modo menos turbio, en el documental. Por ejemplo, una perito en balística, que considera probable, in situ, que las marcas que persisten en el muro del fusilaminto sean de bala. En una página oficial de Racing se lee: “Se presume que el asesinato se perpetró frente a la zona limitada entre las puertas 19 y 21. Debido a que la fisonomía del Cilindro era distinta hace 45 años, el perímetro no estaba cerrado como en la actualidad y por lo tanto fue posible acceder hacia esa zona por parte de las fuerzas militares para perpetrar la masacre”.

Los fusilados de Racing no es una película plana, una película que apele a la sucesión de cabezas parlantes ni, vade retro, a reconstrucciones ficcionales. Petriz se filma al frente de la investigación, aparece en escena, permitiéndonos ver la reacciones de sus entrevistados que, en algunos casos, funcionan como colaboradores. Ocurre con el abogado Pablo Llonto, especialista en derechos humanos, conocedor de los mecanismos represivos dictatoriales, y con Carlos Maco Somigliana, del EAAF (Equipo Argentino de Antropología Forense), cuyas palabras nos permiten asomarnos al laberinto intrincado del terrorismo de Estado. Para dar contexto: la sucesión de masacres en el sur del conurbano, y muy probablemente la de la cancha de Racing, estuvo a cargo de la fuerza bonaerense comandada por Ramón Camps e incluyó 29 centros ilegales y clandestinos de detención, tortura y exterminio. El más cercano al estadio Presidente Perón, a apenas diez cuadras, funcionaba en la Brigada de Investigaciones de Lanús y era llamado El Infierno por el propio Camps. La película lo muestra en su interior todavía siniestro.             

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En los días previos al 22 de febrero de 1977, hubo varias masacres en la zona sur del Gran Buenos Aires. En la de Rosetti, el 4 de enero de 1977, fueron fusiladas cinco personas; en la de Almafuerte -entre Montes de Oca y Levalle, también Avellaneda-, el 19 de enero, murieron seis personas; en la de Camino General Belgrano, Gerli, el 21 de febrero, hubo siete asesinados. Algunas de esas víctimas fueron vistas en el centro clandestino Puente 12, que funcionó hasta diciembre de 1977 en la intersección de la Ruta Provincial 4 y Avenida Ricchieri, La Matanza, provincia de Buenos Aires. Es el caso, por ejemplo, de Ana María Woichejosky, secuestrada el 7 de noviembre de 1976 y acribillada de veinte disparos contra el paredón de la fábrica Tamet. “Había centros clandestinos de detención, como Campo de Mayo o la ESMA, que tenían acceso a aviones y resolvían las eliminaciones con vuelos de la muerte. Los del circuito Camps, vinculados a la policía bonaerense, no contaban con ese recurso. Entonces, la dinámica era que los grupos de tareas bajaban a los detenidos-desaparecidos del camión en algún lado, los fusilaban y ahí terminaba su trabajo. Dejaban los cuerpos tirados. Después venía la policía, los recogía, armaba un certificado de defunción, emitía un parte policial que hablaba de enfrentamiento con extremistas y los enterraba en algún lado como NN", explica Somigliana en la película.

Una secuencia del documental transcurre en el cementerio de Avellaneda, donde, luego de la dictadura, fueron hallados 338 cuerpos que habían sido enterrados como NN en 18 fosas comunes y 19 individuales. “El cementerio tenía una morgue judicial con entrada independiente por atrás  -agrega Somigliana-. Los vehículos podían entrar por ahí, enterrar los cuerpos en el fondo, en el sector 134, que antes estaba tapiado, sin que nadie los viera. Después podían declarar ante el registro lo que quisieran. Por eso hay tanta diferencia entre los anotados en libros y lo que encontramos en nuestro trabajo de campo, que nos permitió ir idenficando los cuerpos”. Petriz muestra cómo dividieron el sector 134 en una cuadrícula estilo batalla naval, con sogas, y fueron reconstruyendo la secuencia cronológica de los entierros. Al principio, enterraban un cadáver por fosa; luego, varios. En cambio de llamarles tumba o nicho, les decían vaqueras, porque podía entrar un cuerpo de vaca o varios de humanos. La cuadrícula permite estimar en qué época fue inhumado cada cadáver. Las víctimas de la masacre de Piñeiro, por ejemplo, están en la zona D4. “Los fusilados de Racing podrían ser los cuerpos que van de D5 a D7”, analizan Somigliana y Petriz en la película.

Los fusilados muestra, también, los actos de reparación del club de Avellaneda hacia sus socios desaparecidos por la dictadura: el homenaje que se hizo en la cancha el 7 diciembre de 2021, cuando Racing -presidido por Víctor Blanco- entregó carnets de socios eternos a los familiares de 46 socios, socias e hinchas detenidos-desaparecidos. Petriz, que es hincha de Racing aunque asegura “que hubiera hecho la película de cualquier modo, en cualquier club, Independiente”, entrevista a Julián Scher, sociólogo y máster en Ciencia Política y Sociología, vinculado con Racing a nivel institucional y autor del libro Socios eternos. Los desaparecidos de Racing. Su padre, Ariel Scher, prestigioso periodista deportivo, defensor de los derechos humanos, también da testimonio en la película. Y reconoce que no tiene una respuesta concreta a la pregunta de por qué esos crímenes ocurrieron ahí. Sin arriesgar hipótesis pero investigando, riguroso, Petriz indagó qué ocurría en el club en tiempos de la masacre. El presidente era Horacio Rodríguez Larreta -padre del ex Jefe de Gobierno porteño-, dirigente del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) porteño, cuya cabeza política nacional era Arturo Frondizi.

“En los clubes había elecciones. Ese año en Racing se votó, algo que no ocurría casi en ningún otro ámbito institucional”, aporta Julián Scher. Benito Gorgonio de Miguel, otro miembro del MID, amigo y acompañante de la gestión en Racing de Rodríguez Larreta (padre), recuerda en el documental que fue privado ilegalmente de su libertad y torturado en 1977, en Junín, cuando intentaba averiguar el paradero de un grupo de militantes de su partido. Rodríguez Larreta también estuvo secuestrado ese año y, según el documental, habría salvado su vida porque Frondizi pidió por su libertad. “Los clubes también eran una salida para los tipos que queríamos seguir haciendo política en plena dictadura”, dice Gorgonio de Miguel a cámara, y, tras asegurar que no supo lo de los fusilados hasta tiempo después, arriesga: “Los tiraron acá para ensuciar de alguna manera a una conducción que los incomodaba”. Tanto él como Rodríguez Larreta, cuya ausencia en el Cilindro en un clásico Racing-River -a causa de su secuestro- llamó la atención de la prensa, ya han fallecido.

 Un comunicado en la página oficial de Racing, de febrero del año pasado, afirma: “Tanto Racing Club como el Municipio de Avellaneda y distintas agrupaciones de Derechos Humanos se encargaron de mantener vigente el recuerdo activo de lo sucedido. Nuestra institución realizó distintos homenajes con el paso del tiempo en los cuales reafirmó su compromiso con lo sucedido aquella noche de 1977. Y el sentir generalizado de la sociedad racinguista también dijo presente mediante la realización de un mural alusivo al hecho ideado por el artista Mario Almaraz -el mismo que pintó la obra que viste el Archivo Histórico del club- que se halla sobre la calle Colón, frente a la zona en que se llevaron a cabo los fusilamientos. En la misma calle pero sobre la vereda de la cancha, la Municipalidad colocó un cartel con un mensaje que ya alcanzó dimensión universal: Presente ahora y siempre”. Al cabo de su trabajo de investigación para el documental, Petriz se presentó como querellante en la causa, con el patrocinio letrado de Pablo Llonto: el objetivo es determinar la identidad de los fusilados, su origen y si la decisión de fusilarlos frente a uno de los estadios de fútbol más populares fue casual o encerraba algún mensaje.

 

Instagram: @losfusiladosderacing