EL RIACHUELO

Desde la creación de ACUMAR, la históricamente contaminada Cuenca Matanza-Riachuelo fue recuperando su dignidad ambiental, social y cultural. La motosierra de una ultraderecha interrumpió ese proceso. Aquí, algunas ideas de un especialista para hacer del río más maltratado un factor de cohesión en la diversidad y desarrollo.

Unas de las verdaderas grietas del país es la Cuenca Matanza-Riachuelo, un lugar de borde elegido allá por el 1880 como límite claro y divisorio de la pampa bárbara, para entronizar a la recién creada Capital Federal. Un límite que rompiera la llanura al sur con el Riachuelo y al norte con el Maldonado. Podrimos decir una forma insular de creación urbana.

El Riachuelo fue un lugar de descarte, un lugar donde se autorizó a ensuciar y a todo aquel emprendimiento que la Buenos Aires que aspiraba ser europea no resistía entre sus calles. Ese río ofició de limite, no solo físico, sino también cultural. Fue como el foso de un castillo con antecedentes propios y criollos; como aquella Zanja Nacional de Adolfo Alsina. Un surco en el oeste pampeano, que establecía una nueva línea de frontera para evitar malones y entorpecer el paso del ganado robado.  Rodear los fortines y fuertes con fosas primero, para consolidar una zanja protectora de los campos después. Fueron formas de establecer antecedentes del cuidado, que llegan hasta el día de hoy en casas y plazas enrejadas, por no arriesgar otra solución de convivencia, educación y justicia distributiva.

Muchos exitosos emprendedores de hoy, que se llevan sus empresas de mercado libre al Uruguay, comenzaron curtiendo cueros familiares y pudriendo las aguas del Riachuelo. Realizaron el ajuste de sus costos, contaminando y ahorrando egoístamente en saneamiento ambiental. Ese foso también fue el que, ante cada golpe de Estado, elevó sus puentes para evitar la “invasión” del aluvión zoológico o los peligros que asediaban a la ciudad. El mismo aluvión que, un 17 de octubre fundacional, lo atravesó con paso épico para liberar a quien le había dado dignidad. Como se verá, el deterioro de una zona y su estigmatización es un proceso que, al igual que su recuperación, se debe a un abordaje integral, ya que intervienen muchísimos factores a tener en cuenta.

La creación de ACUMAR empezó a evidenciar mejoras en la Cuenca Matanza-Riachuelo, sobre todo en los últimos años –hubo dos de pandemia–, hasta que llegó un gobierno que niega el cambio climático. Se obtuvieron muchos logros: sus riberas son espacios públicos verdes, se avanzó en planes de control industrial, salud, vivienda, cultura y patrimonio, agroecología, educación, calidad ambiental y la imprescindible participación social. Cada vez más la comunidad se apropió de esos espacios para recreación, contemplación, deporte diario, incluso para remar en sus aguas. Hoy es común ver esa actividad en un lugar que era imposible por sus olores y basuras flotantes. 

Se hicieron casas donde hubo villa, que buscan ventanales con vista al Riachuelo, un indicador de lo que esa vecina/o quiere ver. Por ejemplo, un atardecer detrás de un río. “Disfruto tan solo de una puesta de sol”, me confesó uno, mate en mano. Se logró un rumbo, un camino que parecia ir por su concreción definitiva. Estos procesos de recuperación son largos y se deben sotener en el tiempo. A muchos les gusta tomar de ejemplo al Támesis. Pero desde el año 1952 hasta hoy, la politica ambiental inglesa es ininterrumpida. El Támesis es un río que tiene peces y, aunque no está permitido nadar, se puede convivir con él. Remarlo, navegarlo y contemplarlo. Esos gringos jamás, a pesar de la mugre y la pestilencia, suspendieron el clásico del remo entre las univesidades de Oxford y Cambridge. Estos “ríos industriales” son como alcohólicos anonimos,  siempre estan en recupración y repiten su “Solo por hoy”.

A nuestro foso, la contaminación no la vino a resolver “la mano invisible del mercado”. Solo llegó el Estado a través de la denuncia vecinal y la justicia. No se puede decir con respecto a los ríos, desde una posición anarcocapitalista, como dijo el actual presidente: “Si el agua empieza a escasear deja de valer cero, entonces empieza un negocio y van a ver cómo se termina la contaminación, porque allí habrá un bien escaso”. Doscientosaños de contaminación empresarial lo contradicen y sobran los ejemplos.

Entonces, bajo ese discurso fundamentalista de mercado, vemos cómo cuatro millones de personas están sometidas como aquel prisionero del cuento de Poe. Viendo volver al foso y al péndulo con nueva orientación política destruyendo lo construido. Hoy la noticia no es que han vuelto las aves y la gente se asombra ante la presencia de cardúmenes o la inauguración de viviendas, cercanas a una empresa que no contamina. O que ya no existe el polo petroquímico, pues las catorce empresas químicas fueron relocalizadas. Las noticias son los despidos masivos de los y las jerarquizadas trabajadoras de ACUMAR, la falta de pagos a proveedores y la paralización absoluta de todas sus obras. Miles de casas casi terminadas, sin entregar, frente a las casillas de chapas de quienes miran el sueño de la vivienda propia desde la vereda de enfrente, literalmente. El péndulo amenaza nuevamente, propiciando la vuelta al foso inmundo.

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Dejar de cuidar la Cuenca Matanza-Riachuelo es una invitación en el corto plazo a volver a daños irreversibles. Despedir personal experimentado es acelerar el proceso de degradación de la cuenca. Sumemos a esto el corrimiento de la Corte Suprema de Justicia, cuando más la necesitaba el Estado para que fuera un contralor de la acción gubernamental reinante. Necesitamos una profunda reflexión sobre las “políticas públicas pendulares”; es imposible crear credibilidad en nuestro pueblo para construir un país previsible, entre otras cosas ambientalmente. Necesitamos continuidad en lo que reconocemos como políticas de Estado.

Dicha gestión no ha sido sencilla, nunca. La construcción de una idea de Cuenca en una extensión tan grande fue todo un desafío. Se debían articular políticas públicas en catorce municipios: la provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires. Toda una paleta de colores políticos con sus matices de gestión e intereses estaba expuesta. Una gran cantidad de actores sociales, organizados en distintas representaciones, generaba un arco de incumbencias muy difícil de articular y satisfacer.

La gestión de ACUMAR fue también una novedad a partir del denominado fallo Mendoza. Un organismo público, representante del Estado nacional, provincial y de la CABA, debía cumplir una condena y era monitoreado por la Justicia. Toda una modalidad compleja, a resolver también. Para todo eso hubo que armar una organización (desde el Estado y la Corte) que pudiera contener y transformar demandas, planificar proyectos de forma efectiva y eficiente. Se debía recomponer el ambiente (agua, aire y tierra) y prevenir futuros daños con suficiente y razonable grado de predicción, como ordenó el máximo tribunal. 

En la Cuenca se estaban gestando importantes transformaciones ambientales. Esto implicaba, y ojalá vuelva a implicarlo, la posibilidad de pensar un ordenamiento del territorio. El camino recorrido ha demostrado cuántos errores se han cometido en torno al Matanza-Riachuelo. Cada acción reparadora realizada lleva a hacer una profunda reflexión sobre los cambios sufridos en el pasado. Pensemos en el valor que encierra esta recuperación ambiental y todos los benéficos en términos económicos, de transporte, vivienda y hábitat que se nos presentan en potencial. Por eso el Riachuelo debe ser el eje vertebrador de una integración entre la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. La siempre mencionada Área Metropolitana, que sigue sin ningún tipo de gestión estratégica, salvo la pionera gestión de ACUMAR.

La Ciudad de Buenos Aires al sur debe establecer un diálogo profundo con la provincia de Buenos Aires para establecer criterios de convivencia. Los cuales deben traducirse en interpretar ese ir y venir de millones de personas que atraviesan ese río. Ese borde bien podría ser un espacio de integración para planificar salud, códigos de urbanización, espacios públicos, educación y movilidad.

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Todas esas zonas, con sus espacios verdes y deportivos (debe ser la zona del país con mayor concentración de clubes), deben ser parte de una estrategia de desarrollo económico que termine definitivamente con las situaciones en asentamientos y villas, generen empleo y condiciones de ascenso social en su población. Esa es la posibilidad que brinda una Cuenca recuperada. Hoy el sur de la ciudad es recorrido por la obra más importante de infraestructura en saneamiento, el Sistema Riachuelo. Un gran emprendimiento que permitirá una solución integral al transporte de desagües cloacales, llevada a adelante por AySA. Obra que mejorará el servicio en el radio de expansión de dicha empresa, posibilitando también su ampliación al sudoeste del conurbano bonaerense y beneficiando al Río de la Plata. El 80 por ciento de la contaminación de las aguas de la CMR es cloacal.

El mercado de Hacienda de Liniers se trasladó a uno nuevo y sustentable en un predio de Cañuelas, donde se suman actividades productivasDespués de doscientos años, no más bosta flotando en el Riachuelo. Esa es la tensión, entre lo que se está yendo y lo que aún no termina de nacer, parafraseando a algún pensador italiano. Sostener la tensión nos aleja de la monstruosidad de volver a la decadencia que estábamos superando. Hoy se prefigura el Paisaje Emergente, ese que muchos habitantes de las riberas nos mandan en fotos que muestran que algo está ocurriendo por esos lados.

Imaginemos un recorrido de transporte público fluvial que una Puente La Noria con La Boca, desde donde se pueden abrir destinos hacia el norte por el Río de la Plata (San Fernando, por decir uno) y hacia el sur, por ejemplo Quilmes. Distintas estaciones fluviales donde embarcar y desembarcar. Se logró durante la gestión nacional anterior del Ministerio de Turismo de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires a modo de prueba piloto, para los primeros seiscientos metros entre el Río de la Plata y el Transbordador Nicolás Avellaneda, en La Boca del Riachuelo.

Potenciar los atractivos turísticos de La Boca hacia los tesoros de la Isla Maciel, en Avellaneda, por ejemplo, generando nuevos circuitos de intercambio, flujos de personas, trasladándose por el deporte, el trabajo, el turismo local, los paseos comerciales. Nuevos recorridos, que empalmarán con otros y deberán constituir circuitos virtuosos.

Pero también la cuenca media y alta, en la provincia, cuenta con humedales que deben seguir siendo cuidados, no solo por ser un reservorio de biodiversidad, sino porque nos devuelven paisajes propios que inspiran el cuidado natural. Toda la ribera de la provincia es un ejemplo de recuperación de espacios verdes, donde ya no hay más montañas de basura. En toda la cuenca desaparecieron los olores nauseabundos.

El recuperado y, desgraciadamente, una vez más desafectado Transbordador Nicolás Avellaneda le daba una oportunidad nueva al turismo del barrio de La Boca y la Isla Maciel, esas dos orillas, donde acuden los visitantes.

La navegabilidad sirve para generar nuevas fuentes de ingresos y empleos, mejorar la calidad de vida de los habitantes de la cuenca y fortalecer su integración. El transporte fluvial es más seguro, posee bajo índice de accidentes, bajo consumo de energía y combustibles, menor polución y ruido produciendo menor congestión del transporte y mayor sustentabilidad ambiental. Nada debe ser pensado al azar sin sus correspondientes estudios de sustentabilidad. Pero estamos obligados a imaginar para después transformar.

De ese modo se profundizan los procesos de integración del Área Metropolitana, paso previo indispensable para iniciar la construcción de una conectividad multimodal a nivel regional, en la cual el transporte fluvial será fundamental, sumado al vial, ferroviario, aéreo y subterráneo. Convergencias de conectividad, en el sur de la ciudad, generaran mayor homogeneidad en la recuperación sustentable del área metropolitana.

En este contexto, el Riachuelo se conforma como una excelente oportunidad para pensarlo, no ya como patio trasero, sino como un río destacado y enunciador de nuevas identidades. Un río que sutura y une la diversidad urbana, periurbana y rural en su cuenca, una puerta a esa serie de continuidades a desarrollar planificadamente. Allí hay patrimonio construido en edificios y puentes, pero también patrimonio ambiental.

Las comunas del sur de la Ciudad de Buenos Aires, la 4 y la 8 sobre todo, deben construir en consonancia con las poblaciones de la otra orilla, viven en un mismo paisaje, que tiene fuertes e históricos contactos, pero que no están pensados para generar una mayor sinergia y potenciar articulaciones. Se necesitan más puentes, que unan ambas riberas, viales y peatonales. La ciudad no solo se beneficia con las acciones en sus orillas del sur. También con las mejoras hechas río arriba, cruzando la General Paz, donde el Riachuelo se llama Matanza y entre ambos nombran la cuenca.

En la provincia de Buenos Aires tenemos tres cuencas degradadas y contaminadas en las que se resume entre el 60 y el 70 por ciento de la pobreza del país. Las tres son parte del área periurbana de la ciudad. Esto es lo que impone urgentemente un ordenamiento del territorio y una intervención coordinada, en una política pública metropolitana cuya ausencia denota el bajo grado de institucionalidad de las políticas públicas.

Entendemos superada la etapa por la cual la CMR fue un área de sacrificio ambiental irrecuperable. Por eso es necesario un esfuerzo de interpretación política elevado y posible para que la provincia y la Ciudad de Buenos Aires se dejen integrar, logrando renunciar a un destino excluyente.