El Mister

Las esquirlas de un viaje por el oeste de los Estados Unidos, la búsqueda de la raíz folk y el puente con la llanura pampeana estallan en lo nuevo del Mister -alias de Ramiro García Morete-. Un puñado de canciones y un libro flamante que definen la relación de amor y odio con la ciudad de La Plata de un salmón bonaerense.

Cada uno tiene su propio altar y lo nutre con las imágenes que quiere. Con las que puede, con las que llegaron a sus manos. Con esas estampitas que fueron su masa madre sentimental, artística y musical en aquel momento de la vida en que los gustos aún están un poco invertebrados. 

Justo ahí se clavó Estados Unidos en la vida de Mister. 

Dicho esto, ahora sí, las cosas por el comienzo. 

Ramiro García Morete (A.K.A Mister, Miro, y otros alter egos) es un inquieto músico, periodista y ahora escritor, nacido en La Plata. A lo largo de los años de dio forma a bandas como Las Armas Buenos Aires, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete, Las Estrellas y varios discos como solista, además de componer música para películas con su proyecto Sounds Like a Hit Factory, junto a Lautaro Barceló. Ahí están sus sonidos en la premiada Trenque Lauquen de Laura Citarella o Blondi de Dolores Fonzi.  Pero ese capítulo merece una nota aparte.

Entre sus obsesiones (sanas) convive la fascinación por cierto imaginario yanqui, por el sonido folk norteamericano, con la NBA y Magic Johnson. Su masa madre se amasó en los años 90, está claro. A eso se suma su costado de prolífico compositor de canciones, de trovador que necesita sacar las cosas afuera. Y todo espolvoreado con un espíritu bonaerense que aflora sin buscarlo. Lindo mix. Desde los días del primer disco con Las Armas Buenos Aires (ya el título de la banda dice bastante), la canción rutera que paseaba entre la arquitectura de Salamone y los santuarios del Gauchito Gil exudaba pampa húmeda. Y esa obsesión lo sigue persiguiendo.

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Un tiempo atrás, la cosa se acomodó sola: partió rumbo a la costa oeste de Estados Unidos a conocer la meca de parte de su imaginario. Algunas ideas previas en la mochila, una sensación postpandemia de desolación y “vínculo roto” con su ciudad. 

Lo de Mister huele a sanación. A proceso terapéutico. Viajó a su meca no a descubrir, sino a confirmar. A la búsqueda relegada de la quintaesencia de su formación. Así nació, por un lado, Los Ángeles, la novela corta y viajera que se mueve entre la pérdida, la ruptura, la contracultura norteamericana como escenario y el link bonaerense como ancla. Un texto biográfico en que los toques de ficción quedan difuminados. Un viaje liberador entre Punta Lara y Mississippi, Memphis, Nashville, Nueva Orleans, Los Ángeles. El sueño cumplido de husmear los estudios de Sun Records, seguir los pasos de Johnny Cash, atragantarse de barbacoas y conocer La Encrucijada. “Todos estos hombres y mujeres salvaron mi vida. O la hicieron mejor”, dice en un momento. A eso fue. Tras el necesario abrazo cálido de esos hombres o sus fantasmas.

En la novela, el Mister carga con una muerte cercana, un corazón roto que sana y vuelve a romperse, chicas que salen y entran a escena, el omnipresente Bocha y el misterioso Hombre de Fuego. Los límites de la ficción se desdibujan y solo él los conoce. Poco importa, en un texto que fluye con naturalidad entre el diario de viaje, las ideas y las preguntas existenciales. La música es siempre un hilo conductor. Por eso, la novela debe completarse con sonido.

Y es que la capital provincial se merece su We are the world, su celebración promiscua en la que todos canten con todos al mismo tiempo. Pero que canten TODO al mismo tiempo. Una utopía espacio-temporal. Una explosión a nivel atómico que levante las diagonales desde sus incomprobables y hermosos túneles subterráneos y todo explote en una escala de diez millones de dardos rochas. Un Tolosa for Mondongo, y todos adentro.

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Un disco reciente publicado por la platense FM Universidad, en su eterna compulsión por hacer cosas lindas, parió el “homenaje” de artistas locales celebrando a sus coterráneos. Se llamó Cinta Testigo. Y dejó una sensación: ya no hay que ir únicamente muy atrás en el tiempo, se puede celebrar el cancionero reciente como algo de todos. Algo que excede autores, algo que respira cromosoma platense. Hay en esos sonidos – en todos- un motor, una fuerza que impulsa la vida hacia adelante sin importar la época. La cosa está difícil, sí. Pero si están las canciones, no solo no es poco. Lo es todo, amigos, lo es todo. 

En el caso del Mister, fueron cobrando forma en tándem con la novela las cuatro canciones del EP La Plata o L.A., que funcionan como dos caras de una misma historia. Para Los Ángeles, se sentó en soledad. Para completar las canciones, apareció Joaquín Castillo (ex Guacho), que desde su casa en Nueva York las produjo, en un ida y vuelta a la distancia. 

La Plata o L.A. es un material que da ganas de cantar a los gritos. También las colaboraciones previas con Castillo, lanzadas poco tiempo antes, como la entrañable Plaza Iraola. Deseos de sacar el puñado de acordes que todos guardamos en la galera y entregarse en un clímax cancionero. ¿Son las mejores que se hayan escrito y grabado? Ni idea. Pero la cosa no va por ahí. Hay en ellas belleza. Y punto. ¿Que más le queremos pedir al arte? Volvamos al sentimiento, que por ahí van los tiros. 

“Me duele esta ciudad, el fascismo te mata, o te mata la humedad”, canta el Mister en La Encrucijada, sobre un ritmo que lleva a mover el culo con timidez sonriente. “Adiós adiós, hasta el próximo adiós”. Los adioses de Mister son a personas y a La Plata, esa ciudad a la que unen sentimientos más que encontrados.  “Y ahora que dejo la ciudad y por supuesto la ciudad nunca se entera” dice en la guitarrera La Mejor. “De nuevo en La Plata / Me duele esta ciudad / El fascismo te mata / o te mata la humedad”. Por estas canciones pasean Estefi, Luz, y otros tajos del pasado y presente.

El clímax de lo bonaerense de García Morete aparece en Buenos Aires Himno provincial, cuando la cosa se pone más literal, en una oda a los que viven más allá de la General Paz. Literal, pero no impostada. Es lo que viene arrastrando sin posturas desde siempre. “Buenos Aires, yo te amo / ingobernable desde el campo hasta el mar / Cielo abierto y conurbano/ Sos un quilombo hermoso que nunca se va a terminar”. Y sentencia: “Ser bonaerense es más que nacer aquí: es un estado emocional”.

Mister viene a dejar un ladrillo más en la inquieta escena platense de siempre. Una piedra arrojada al futuro. En días de “un país en oferta en nombre de la libertad / Crujen las hojas muertas de lo que creí verdad”, la salida es por arriba. La vida está repleta de adioses, en esta maraña por momentos incomprensible. Pero hay gente haciendo arte que nos salvan por un rato. Y vaya si es un buen rato.